Saltar la navegación

¿Cómo se articula el discurso sobre la paz?

¿Cómo se articula el discurso sobre la paz?

Analiza el discurso del estudiante y responde las preguntas

Leamos un fragmento de la transcripción del texto de Diana Uribe para el video titulado “Dejemos de matarnos”, y aprovechemos esta oportunidad para ver la manera en que ella hace uso de los conectores y articuladores. Selecciona los articuladores en los espacios que semánticamente les corresponden en el texto, y cuando lo hayas hecho, lee con atención los comentarios con respecto a las funciones que estos conectores y articuladores realizan con respecto a la argumentación, continuidad, cohesión y coherencia del texto.

Ver el texto

Estamos en un momento histórico, en todo el sentido de la palabra. Tenemos la oportunidad de crear una realidad nueva que nunca hemos vivido, y de saldar las terribles cuentas que tenemos con el pasado. Estamos en un proceso de paz. Estamos en un proceso de paz que tiene la posibilidad de hacernos cambiar la página, de dejar atrás una gran cantidad de referencias de nosotros como un pueblo que se ha leído a sí mismo a través de la violencia.

Y cada vez que los pueblos pasan por un proceso de paz, la humanidad en su totalidad da un paso hacia adelante. No sólo porque la paz nos engrandece como especie, sino porque cada proceso de paz es un aprendizaje, que nos da las claves para el siguiente.

Así como Irlanda y Suráfrica le están enseñando al mundo cómo superar el odio y la violencia, así también llegará el día en que Colombia le cuente su historia a los demás para que otros puedan aprender de lo que nosotros hicimos

La cosa es en serio. El momento es ya. Es ahora. Los ojos del mundo están mirando hacia acá. Y ante la magnitud de lo que está pasando nos toca creer que esto sí es posible. Los colombianos tenemos un sentido de fatalidad colectiva. Nosotros creemos que individualmente somos capaces de todo. Cada uno tiene un proyecto “que seguro le va a salir”. Pero cuando hablamos de nosotros en plural creemos que no podemos cambiar nuestro destino, que siempre nos faltará cinco pa’l peso.
Y si uno mira las cosas resulta que no es así. Este conflicto no es ni el más sangriento, ni el más largo, ni el más difícil. Es una situación llena de dolores, de injusticias, y odios, como son los conflictos armados;y por eso es que necesitamos un proceso de paz;por que la paz se hace entre enemigos. Los amigos hacen coaliciones o paseos de olla. Son los enemigos los que tienen que hacer la paz.

Y si la paz se pudo en Irlanda, después de 500 años de guerra.Si se pudo en Suráfrica después de uno de los regímenes de discriminación más terribles que vivió el siglo XX. Si la paz se pudo en Ruanda después de un genocidio que acabó con la décima parte de la población, a ver, ¿ por qué no se va a poder en Colombia?

La gente duda de la paz, citando todos los problemas que no hemos resuelto. Pero la idea es firmar los acuerdos para ponernos a resolver esos problemas. Los acuerdos son un paso, no la meta. Firmando los acuerdos podremos empezar a construir la paz todos los días en los espacios que compartimos. Esa paz que se verifica en las canchas de fútbol, en el trabajo, en los colegios, en la casa, en el campo.
La paz se construye compartiendo espacios de forma distinta. Pero para llegar allá lo primero es dejar de matarnos, para que el conflicto deje de eclipsar todo lo demás que tenemos que resolver como sociedad. Apoyar el proceso de paz es darnos la oportunidad de que no se repitan los errores del pasado. No queremos que el fin de un conflicto armado sea el principio de otros. Y en lugar de temer que el proceso no funcione, y por culpa de ese temor dejar de creer en él, debemos apoyarlo precisamente porque es nuestro compromiso lo que le da realidad al acuerdo.

¿Y qué quiere decir apoyar el proceso de paz? Primero renunciar a la venganza. Los conflictos ideológicos se convierten en conflictos de sangre, y la sangre hace que todo argumento se pierda en una cadena de venganza. En Colombia ha habido muchas injusticias económicas e intolerancias políticas que han desembocado en un conflicto armado. Pero las armas de ambos bandos sólo han empeorado esos problemas, y además nos han hecho odiarnos. La venganza no es un tema de honor, por mucho que se celebre en el cine. La venganza es un camino del que todos salen perdiendo. Y, ¡ojo! Renunciar a la venganza va más allá de abandonar la violencia; es también renunciar a los odios, la intolerancia y la estigmatización que alimentan y se alimentan del conflicto armado. Aquél que renuncia a la venganza, aquél que perdona no lo hace únicamente para convivir con el otro; lo hace para convivir consigo mismo. El perdón nos libera de habitar esos lugares de dolor que una víctima visita una y otra vez en su mente hasta quedarse atrapada. Los padres y hermanos seguirán muertos, pero el perdón libera a los hijos de cargar con la herencia de la venganza. Independientemente del bando los colombianos tenemos que perdonarnos.